Lo que siguen son algunas imágenes, impresiones y anécdotas que recogí en Barcelona, participando en el equipo de la SER que cubrió las protestas del jueves 18 de octubre por la noche al lunes 21 por la tarde. No pretende ser un análisis. Son algunas líneas de un observador que pasó unas horas allí y que quizás puedan ser interesantes para añadir a todo lo que se está publicando y contando los últimos días sobre este asunto. También es la respuesta que no pude dar por falta de tiempo a quienes me han enviado mensajes preocupados por las noticias que les llegaban de Barcelona y preguntando cómo estaban las cosas por allí…
Jóvenes sin miedo
En las manifestaciones y en las protestas por la noche participaba muchísima gente muy joven. De entre 16 y 25 años. Y me ha dado la impresión de que en los sectores más jóvenes, la gran mayoría eran mujeres. No tienen miedo de estar allí, entre miles de personas que se ponen a correr de repente en estampida huyendo de cargas, lanzamiento de gases lacrimógenos, pelotas de goma… El lunes a mediodía fui a cubrir una concentración de Tsunami Democràtic delante de la delegación de Gobierno. En el trayecto, me encontré con un grupo de unos cincuenta chicos y chicas que caminaban pacíficamente cantando consignas por el centro de la Gran Vía, cortando dos carriles al tráfico. Pocos minutos después me encontré con otro grupo igual (no sé si era el mismo) que iba por el centro de una calle de un único carril, en dirección contraria al lugar de la convocatoria. Les pregunto: «¿no vais a la delegación del Gobierno?» Me contestan: “Sí, pero primero vamos a apoyar la concentración contra Piñera que hay ahora delante del consulado de Chile”. Para hacer visible su protesta, no tienen reparo en cortar el tráfico que haga falta y exponerse a sanciones o reproches. Y si tienen que desviarse del camino para apoyar al pueblo chileno, pues se desvían y siguen cortando el tráfico a su paso.
No me pasó nada
Yo tenía horario de trabajo diurno y cubrí cosas como las cancelaciones en la estación de Sants por la huelga, los destrozos que habían dejado al día siguiente los disturbios de la noche, un mítin de Ciudadanos o la sentada pacífica que os contaba arriba. Pero la tarde noche del viernes y del sábado estuve en varios lugares donde se montaron las barricadas y no tuve ningún problema con nadie. Las personas que participaban en ellas, que lanzaban objetos a la policía, que movían los contenedores y les prendían fuego, no me insultaron, gritaron o agredieron, ni nada de eso por ser periodista (y lo sabían, porque llevaba el chaleco y el brazalete que nos había dado el Col·legi de Periodistes). De hecho, cuando la Policía Nacional lanzó un bote de gases lacrimógenos en la plaza Urquinaona y me quedé parado de pie porque me ardían los ojos y no podía ver, se me acercaron dos de ellos a ofrecerme agua de una botella para que me lavara la cara. También he de decir que en esas situaciones iba sin la esponja del micrófono que identifica el medio para el que estás trabajando.
Ni la policía ni los Mossos me agredieron, y tampoco interactué mucho con ellos. En un cordón policial, un antidisturbio se giró y me pidió que me retirara de la línea que formaba con los otros agentes y volvió a mirar al frente. Di un paso atrás, se giró y me dio las gracias con el pulgar hacia arriba. ¡Tampoco hacía falta, hombre! No todos los compañeros y compañeras tuvieron la misma suerte. Muchos sufrieron agresiones y hubo detenidos y heridos. En Ronda de Sant Pere me quedé detrás de la marquesina de un autobús parapetado de los Mossos, que estaban disparando pelotas de foam (viscoelásticas) a una distancia de unos 40 metros. En las dos marquesinas de esa parada estábamos refugiadas unas diez o quince personas que lanzaban cosas a la policía, otro compañero y yo. A él le alcanzó una pelota en el culo. Se refugió en un portal y me pidió que le acompañara a cruzar al otro lado de la calle, hasta el acceso a un garaje en el que se había colocado un equipo de enfermeros.
[Inciso: releeo esto y suena a guerra, pero no es para tanto: es una situación que se da en cualquier manifestación en la que la policía dispara pelotas de goma o carga contra la multitud y, lamentablemente, no son pocas].
Sigo… Yo no lo entendía muy bien, porque a pesar del dolor, él podía caminar (aunque fuera con una postura un poco cómica), y la mayoría de la gente se había empezado a marchar. Le acompañé hasta los enfermeros y cuando volví a la marquesina me di cuenta de que lo que ocurría era que él no llevaba chaleco, solo llevaba el brazalete, que agitaba en el aire con la mano, y temía que al cruzar le dispararan a él. Aunque no sé si importaba mucho, porque unos minutos antes de eso, una pelota me había rozado la mochila cuando volvía a ocultarme detrás de la marquesina después de asomarme para grabar un vídeo. Pero vamos, que esto son batallitas después de haber pasado unas pocas horas allí. Quienes llevaron el peso de la cobertura en la SER durante los disturbios fueron los otros compañeros con los que fui desde Madrid y las compañeras de Ràdio Barcelona, que conocen el terreno y son unas expertas. Yo en esos momentos estuve un poco de apoyo. Y ya digo que tuve suerte porque algunos de ellos sí fueron agredidos.
La magnitud de la protesta
1. Los disturbios duran unas pocas horas de muchas de protestas. Incluso los momentos de enfrentamiento, como cargas, lanzamiento de objetos contra la policía, pelotas, gases… duran minutos. La mayor parte de lo que he vivido en las noches de los disturbios son concentraciones de gente, sentadas, esperas y carreras.
Els manifestants asseguts al terra a la Plaça Urquinaona davant la Via Laietana. Informa @csevillap pic.twitter.com/N9AVtm1ICG
— SER CATALUNYA (@SERCatalunya) October 19, 2019
2. Los episodios violentos se concentraron en unas calles y plazas de una zona muy concreta y no muy grande de la ciudad. Es verdad que son barrios muy visibles porque son muy céntricos y que en algunos momentos las barricadas se extendieron a puntos muy turísticos, como la Rambla. Los vecinos de esas zonas no pudieron salir a la calle ni acceder a sus casas durante los disturbios y esta situación afectaba a su día a día. Pero la ciudad no estaba colapsada, ni era peligroso salir a la calle si no vivías o te encontrabas en esos momentos en esos lugares. De hecho, a pocas calles de donde se estaban produciendo los altercados, todo era normal. Incluso en la Rambla, veinte minutos después de arder las barricadas, los turistas y las despedidas de soltera y soltero iban y venían tranquilamente entre los restos de ‘la batalla’.
Ciudadanos pide el voto
El domingo fui a cubrir una concentración de Ciudadanos en la plaza Sant Jaume en la que iban a intervenir Inés Arrimadas y Albert Rivera. Justo cuando iba a entrar en la plaza por la calle Ferran, salía de allí Albert Pla, sonriente, con su pareja y sus hijas. Me llamó la atención la música que pusieron en la megafonía y que Arrimadas pidiera el voto abiertamente. Pensaba que eso lo dejarían para la campaña. Arrimadas cantó con el público el “yo soy español” y Rivera el “no estáis solos”.
Texto e imágenes: Carlos Sevilla.
[Publicado originalmente en Facebook el 24 de octubre de 2019]